dilluns, 26 de juliol del 2010

El conte xinès de Peñín


Molts comentaris està aixecant un article d'opinió publicat per Joaquín Campos al seu blog de laopiniondemalaga.es. Jo mai he cregut en els gurús o falsos gurús però sí crec que cal una nova premsa del vi a Catalunya i a Espanya, amb publicacions de qualitat i prestigi. També calen, òbviament, millors professionals. Creieu que algun dia els reportatges pagats seran anècdota o continuaran sent el dia a dia de les revistes vitivinícoles del nostre país?


El despeñe de Peñín
Publicado por Joaquín Campos
16 Julio, 2010
Nunca me gustaron los Goya. La razón esencial: son una burda copia de los Oscar. Con el cine pasa como con otros muchos temas. Entre ellos el vino. Y por ello el supuesto gurú español (José Peñín) decidió engrosar en la lista de no creativos creando su ‘Guía Peñín’ de los vinos patrios a la imagen y semejanza de la de Robert Parker, el Mesías mundial. La innovación en España, tristemente, sólo se encuentra en el fútbol.
José Peñín ha ido estirando la madeja hasta hace poco, en una España que ha ido matando proyectos como las heladas los racimos. Creador también de la revista ‘Sibaritas’ con la cual realizaba un bonito evento anual en los salones del Palace de Madrid donde se podían beber parte de los mejores vinos de España. Yo, que casi no creo en la pureza –y aún menos en la honradez- siempre dudé de las capacidades organolépticas y las memorias cuando se catan, supuestamente, no sé cuantos miles de caldos. La libertad en España, lamentablemente, suele tener un precio. Aunque en mí no quiera pensarlo.
Hace dos días José Peñín contrajo matrimonio con China. Y su puesta en escena no pudo haber sido más calamitosa. Lanzar redes a este polvoriento río de oro es hoy día la bulimia del hombre de negocios. Todos vienen, se contonean, se bajan los pantalones… y generalmente no se enteran de la misa la mitad. Lo que debía haber sido la presentación a los chinos de veinticinco bodegas españolas de supuesta calidad se convirtió en un fracaso de tal envergadura que dudo haya sentido Don José Peñín otro golpe de igual calibre en su sesentero mentón, carcasa de su paladar envinado.
Veinticinco bodegas, con sus crisis internas, que invirtieron en este señor, de contrastada experiencia, para participar en un evento de presumible éxito. Veinticinco bodegueros, con sus técnicos o comerciales, en algunos casos, que viajaron desde la lejanía sobre aviones no precisamente baratos para hospedarse en el hotelazo con pinta de centro comercial que les aguardaba con los dientes largos: el Shangri-la de Pudong. Y tras tanto preparativo y tantas carteras vacías el vino que no acude. No está aunque se le espera. Veinticinco puestos, cientos de copas –lamentablemente no profesionales, por cierto- y cientos de personas asombradas de tanta perfección hispana. Tras el mundial vuelta a la realidad. Otro fiasco patrio de organización, gestión y falta de asesoramiento.
Dos mil quinientos euros por bodega, una delicia, que se embolsó Peñín, el no gurú de los eventos en Asia. Y los vinos bajo la tutela de la autoridad portuaria de Shanghái, que como todos los que residimos aquí sabemos no se sacan en una mañana, por soleada que sea. Peñín, astuto para sacarle los cuartos a diversas empresas vineras se quedó electrocutado ante su nula pericia para tratar con los mafiosos chinos, que como todo el mundo que pernocta por aquí sabe que hay que untarlos hasta que les derrape la camisa.
Eran las cuatro y media –el evento comenzó a la una y acababa a las cinco- y sólo algún listillo que coló botellas en su equipaje de mano puedo dar a catar sus caldos. Los demás, a verlas venir, mascando pan insulso y empapándose en un denigrante aire acondicionado, que por estos lares lo ponen al máximo para no perder cara, para sentirse gordos y orgullosos.
Para rizar el rizo el organizador del desaguisado –Peñín- almorzó con la seudo prensa antes de la no presentación de bodegas ofreciendo Vega Sicilia, el culmen de los caldos hispanos, aunque esta empresa no estuviera entre la lista de ofertantes. Sumando el dinero perdido, el tiempo, la imagen tercermundista y el que además, los vinos de los que pagaron no se ofertaran a la prensa, podríamos decir sin miedo a ser denunciados que desde José María El Tempranillo no se había visto caso igual.
Dejé atrás a doscientos chinos que buscaban la borrachera camuflada en creación de negocio y a decenas de profesionales españoles con cara de póker. En los pasillos del hotel seguía sin olisquearse la posibilidad de que el vino aterrizara. Los funcionarios estatales, como siempre, bloqueando lo que no es chino; y los que negocian contratos en la península Ibérica sobre China sin enterarse de nada. La gracia será saber quién se beberá el vino y cuándo. Muy probablemente, el próximo mes, cuando nadie los reclame, servirán de mecha para alguna orgía de los miembros de las autoridades portuarias en algún karaoke cercano. Tanta vendimia a mano y por caja para que se beban tu vino unos rufianes.

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